Cuando escuchamos la palabra paz
lo primero que se nos viene a la cabeza
es otra palabra con un significado totalmente opuesto, guerra. Es curioso que una palabra positiva
nos lleve a pensar en otra palabra más bien negativa. En realidad, lo que más
conocemos de la paz no es la paz en sí misma, sino la guerra.
Desde pequeños nos han enseñado a
diferenciar entre lo que está bien de lo que está mal, pero sobre todo nos han
enseñado a pedir perdón. Pedir perdón nunca es fácil, pero basta con ponerse en
el lugar de la otra persona. Parece ser que todo esto se va distorsionando con
el tiempo ya que adquieren mayor prioridad unas cosas y no otras; por ejemplo
el orgullo y la avaricia de querer ganar siempre al otro.
La mayoría de las guerras
comienzan normalmente porque dos personas tienen ideas o formas de ver las
cosas diferentes y no consiguen ponerse de acuerdo. Si nos paramos a pensar en
ello, ¿creamos guerras contra otros o contra nosotros mismos? En realidad lo
único que hacemos es cerrarnos a nuevos pensamientos, nuevas culturas o nuevas
personas, solo por el hecho de no saber apreciar que todo el mundo tiene
opinión y que no todos van a pensar igual. Esta es la mayor guerra de todas, la guerra contra
nosotros mismos. Sin darnos cuenta somos
nosotros los que nos ponemos límites.
Como hemos podido leer en el capítulo
“la paz en el mundo” del libro Invitación a pensar, estamos de acuerdo
con la frase ¡Libertad, igualdad y fraternidad! En este apartado del capítulo
titulado “volvamos a ser hermanos” se hace referencia al olvido de la ultima
palabra de aquel grito revolucionario de Francia, la fraternidad. Estamos totalmente de acuerdo con el texto en
que somos libres, pero ¿nos sentimos iguales? Nosotros creemos que no, y es por
ello por lo que creemos que se ha olvidado la fraternidad.
No creemos que haya igualdad
porque la gente se encarga de etiquetar a las personas; según donde vivan, el
dinero que tengan, de la raza que sean e incluso por su forma de pensar.
Vivimos en un mundo donde hay mucho prejuicio y donde la apariencia vale más
que la persona. Con esta mentalidad es imposible que haya paz ya que si no hay paz
con uno mismo ¿como la va a haber con
los demás?
Es posible que esto ocurra
también porque la gente es envidiosa y egoísta, o porque haya personas que se
creen superiores a otras. Esto es exactamente el problema que radica en la
relación entre paz y guerra.
No creemos que exista la paz ni que vaya a
existir, simplemente es una palabra que hemos inventado para no sentirnos mal
por ser como somos. Paz es esperanza, y dicen que la esperanza es lo último que
se pierde. Pero también pensamos que siempre vamos a ser un poco egoístas,
envidiosos y orgullosos. Está claro que unos más que otros.
Lo realmente importante de todo
esto es el respeto hacia los demas.