jueves, 25 de abril de 2013

GUERRA INTERIOR


Cuando escuchamos la palabra paz lo primero que se nos  viene a la cabeza es otra palabra con un significado totalmente opuesto,  guerra. Es curioso que una palabra positiva nos lleve a pensar en otra palabra más bien negativa. En realidad, lo que más conocemos de la paz no es la paz en sí misma, sino la guerra.
Desde pequeños nos han enseñado a diferenciar entre lo que está bien de lo que está mal, pero sobre todo nos han enseñado a pedir perdón. Pedir perdón nunca es fácil, pero basta con ponerse en el lugar de la otra persona. Parece ser que todo esto se va distorsionando con el tiempo ya que adquieren mayor prioridad unas cosas y no otras; por ejemplo el orgullo y la avaricia de querer ganar siempre al otro.  
La mayoría de las guerras comienzan normalmente porque dos personas tienen ideas o formas de ver las cosas diferentes y no consiguen ponerse de acuerdo. Si nos paramos a pensar en ello, ¿creamos guerras contra otros o contra nosotros mismos? En realidad lo único que hacemos es cerrarnos a nuevos pensamientos, nuevas culturas o nuevas personas, solo por el hecho de no saber apreciar que todo el mundo tiene opinión y que no todos van a pensar igual.  Esta es la mayor guerra de todas, la guerra contra nosotros mismos.  Sin darnos cuenta somos nosotros  los que nos ponemos límites.
Como hemos podido leer en el capítulo “la paz en el mundo” del libro Invitación a pensar, estamos de acuerdo con la frase ¡Libertad, igualdad y fraternidad! En este apartado del capítulo titulado “volvamos a ser hermanos” se hace referencia al olvido de la ultima palabra de aquel grito revolucionario de Francia, la fraternidad.  Estamos totalmente de acuerdo con el texto en que somos libres, pero ¿nos sentimos iguales? Nosotros creemos que no, y es por ello por lo que creemos que se ha olvidado la fraternidad.
No creemos que haya igualdad porque la gente se encarga de etiquetar a las personas; según donde vivan, el dinero que tengan, de la raza que sean e incluso por su forma de pensar. Vivimos en un mundo donde hay mucho prejuicio y donde la apariencia vale más que la persona. Con esta mentalidad es imposible que haya paz ya que si no hay paz con uno mismo  ¿como la va a haber con los demás?
Es posible que esto ocurra también porque la gente es envidiosa y egoísta, o porque haya personas que se creen superiores a otras. Esto es exactamente el problema que radica en la relación entre paz y guerra.
 No creemos que exista la paz ni que vaya a existir, simplemente es una palabra que hemos inventado para no sentirnos mal por ser como somos. Paz es esperanza, y dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Pero también pensamos que siempre vamos a ser un poco egoístas, envidiosos y orgullosos. Está claro que unos más que otros. 


Lo realmente importante de todo esto es el respeto hacia los demas.

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